Anderson y su equipo revisaron 130 estudios que evaluaban más de 130,000 participantes a nivel mundial. Ellos encontraron que, para ambos sexos, el jugar videojuegos violentos es un factor de riesgo para la agresividad futura. Anderson explica que es tiempo de que los creadores de políticas públicas pasen de preguntar si el efecto de los videojuegos es real, a preguntar sobre cómo ellos pueden ayudar a los padres y madres a tomar decisiones más responsables acerca de los videojuegos.
Anderson, además, ha escrito libros sobre el tema del efecto de los videojuegos violentos, como Violent Video Game Effects on Children and Adolescents: Theory, Research, and Public Policy
La referencia al estudio de Anderson y sus colaboradores es la siguiente.
Anderson, C. A., Shibuya, A., Ihori, N., Swing, E. L., Bushman, B. J., Sakamoto, A., Rothstein, H. R., & Saleem, M. (2010). Violent video game effects on aggression, empathy, and prosocial behavior in Eastern and Western countries: A meta-analytic review. Psychological Bulletin, 136 (2), 151-173.
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