2 de febrero de 2007

Prevención: Una Alternativa al Tratamiento

Por Solange Blandino Wong, MA
Psykhê Centro de Investigaciones

Algunos estudios han sugerido que la prevalecía de conductas agresivas en niños de pre-escolar y niños que inician escolaridad a una temprana edad es de un 10%, y podría ser tan alto como un 25% específicamente en aquellos niños que pertenecen a una clase social de bajo ingreso (Webster-Stratton & Hammond, 1998). Sin intervención temprana, los problemas emocionales y conductuales (e.g., agresión y conductas desafiantes) en menores se pueden convertir en patrones de comportamientos cuando llegan a la edad de los ocho años, iniciando una trayectoria de problemas académicos, abuso de sustancias, delincuencia y violencia (Tremblay, Mass, Pagani & Vitaro, 1996). Esta claro que tratar conductas agresivas antes de los ocho años, en su momento más manejable e interrumpir su progreso, será de beneficio considerable para las familias y la sociedad.

Basándonos en esta idea, las soluciones al problema de la delincuencia deberían de descansar sobre la prevención en vez de en la rehabilitación. La prevención primaria de la delincuencia se basa en los principios de identificar individuos y ambientes en riesgos de actividades delictivas antes de que el comportamiento ocurra y, de esta manera, remover los factores de riesgo o aumentar la resistencia a estos factores (Mulvey, Arthur & Reppucci, 1997).

Se han desarrollado dos esquemas distintos para prevenir los problemas conductuales en el desarrollo del niño. El esquema universal (Mrazek & Haggerty, 1994) es aquel dirigido a una población total, habitualmente a una escuela o a un nivel escolar específico, con el objetivo de reducir incidentes de trastornos conductuales en esa población. Este tipo de programa esta incluido en currículos escolares como Second Step (Grossman et al., 1997) y Promoting Alternative Thinking Strategies (PATHS; Kusche & Greenberg, 1994). Estos programas promueven el desarrollo de capacidades emocionales y sociales enseñándole al niño cómo solucionar problemas sociales, control de impulsos, empatía y técnicas para el control de sus emociones en el aula de clases. Grossman y sus colegas reportaron un descenso significativo en conductas agresivas, como fueron percibidas por observadores. Greenberg, Kusche, Cook y Quamma (1995) encontraron mejoría en los problemas de conductas reportados por los profesores después de un año de participación en el programa.

El segundo tipo de esquema diseñado como estrategia de prevención es identificar a aquellos niños que se encuentran en alto riesgo de adoptar problemas de conductas en virtud a sus patrones de comportamientos actuales. Por ejemplo, niños agresivos de un nivel escolar básico recibieron un programa de manejo de impulsos compuesto por auto control y técnicas para resolver problemas sociales, combinados con prácticas de grupo (Lochman, Burch, Curry, & Lampron, 1984). El programa presentó resultados positivos de inmediato, disminuyendo conductas agresivas y desafiantes.

Todas estas intervenciones son programas de intervención primaria, ya que están dirigidas a las necesidades de los niños y sus familiares antes de que éstos desarrollen un comportamiento antisocial. Estos programas universales integrados al currículo académico se basan en la ideología de que es más fácil responder a problemas de conductas en niños de corta edad cuando los patrones de compartimientos aun no han sido establecidos, como lo son cuando ya entran en el período de adolescencia. Desde el punto de vista económico, prevenir el comportamiento delictivo es más factible para reducir la delincuencia juvenil que la rehabilitación de jóvenes adjudicados. En la mayoría de los casos, las ganancias se pueden medir tanto en pesos, así como en vidas.


Referencias

Grossman, D. C., Neckerman, H. J., Koepsell, T. D., Liu, P., Asher, K. N., Beland, K., et al. (1997). Effectiveness of a violence prevention curriculum among children in elementary school. JAMA, 277, 1605-1611.

Kusche, C. A., & Greenberg, M. T. (1994). The PATHS curriculum. Seattle, WA: Developmental Research and Programs.

Lochman, J. E. (1992). Cognitive-behavioral intervention with aggressive boys: Three-year follow-up and preventive efforts. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 60, 426-432.

Mrazek, P. G., & Haggerty, R. J. (Eds.). (1994). Reducing risks for mental disorders: Frontiers for preventive intervention research. Washington, DC: National Academy Press.

Mulvey, Edward P., Arthur, Michael W., & Dickon N. (1997). Prevention of Juvenile Delinquency: A Review of the Research. The Prevention Researcher, 2, 1-4.

Tremblay, R. E., Mass, L. C., Pagani, L., & Vitaro, F. (1996). From childhood physical aggression to adolescent maladjustment: The Montreal Prevention Experiment. In R. D. Peters & R. J. MacMahon (Eds.), Preventing childhood disorders, substance abuse and delinquency (pp. 268-298). Thousand Oaks: Sage.

Webster-Stratton, C., & Hammond, M. (1998). Conduct problems and level of social competence in Head Start children: Prevalence, pervasiveness and associated risk factors. Clinical Child Psychology and Family Psychology Review, 1, 101-124.

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